miércoles, 4 de julio de 2007

Un guerrerense en la “Gran Manzana”

Por Marco Antonio Mönge Arévalo

Juan Manuel Peralta, un guerrerense nativo de Huamuxtitlán y radicado en Nueva York, nunca imaginó que el 26 de mayo de 2005, el New York Times —considerado el diario más influyente e importante de Estados Unidos—, le dedicara un extenso reportaje; mucho menos que éste fuese la nota principal de ese día.

El reportaje titulado 15 Years on the Bottom Rung—15 años en el peldaño de abajo—, escrito por Anthony DePalma, da cuenta de las diferencias que existen entre los migrantes europeos y los latinoamericanos, los compara al extremo, y trata de comprobar que los mexicanos que radican en Estados Unidos no podrán ascender social y económicamente. Es decir que los mexicanos tienden a quedarse varados en lo que califica como "una subclase permanente entre los no—calificados y los sin educación".

Peralta no tenía idea de que sería escogido para ser una especie de conejillo de indias para el reportero del Times; la probabilidad era casi imposible ya que habita en una ciudad que tiene el número más alto de inmigrantes extranjeros: casi 3 millones de poco más de 8 millones. Además de que según cifras del censo estadunidense del 2000, habitaban 186 mil 872 mexicanos en Nueva Cork, aunque se calcula que el número actual es mucho más alto pues el Consulado Mexicano en Nueva York ha emitido más de 500 mil Matrículas Consulares (credencial que identifican al portador como ciudadano mexicano en el extranjero) desde 2001.

Un oaxaqueño y otro guerrerense de Zihuatanejo quedaron en la lista de espera y en su lugar entró Juan Manuel Peralta, quien tuvo la fortuna de que su fotografía apareciera en la portada del Times en casi todo el mundo.

El experimento
Según el reporte del Times Juan Manuel Peralta y John Zannikos —el primero, mexicano, cocinero del 3 Guys (un restaurante que la guía Zagat llamara alguna vez "la cafetería más cara de Nueva York"), y el segundo, griego, uno de los tres propietarios del mismo restaurante—, llegaron a Nueva York, con las mismas probabilidades de superación.

El reportero describe a Juan Manuel Peralta como el migrante que no logró hacer realidad el sueño americano.

"Peralta llegó a Nueva York 40 años después que Zannikos, los dos compartían inicios extraordinariamente similares. Llegaron a la misma edad a la misma sección de la ciudad de Nueva York, sin documentos legales y sin hablar más que unas palabras de inglés. Los dos soñaban con una vida mejor. Pero enormes cambios en la economía y en las actitudes hacia los inmigrantes hacen menos probable que Peralta y sus hijos pasen por la misma movilidad ascendente que Zannikos y su familia", escribió Anthony DePalma. Lo que le hizo falta a DePalma fue mencionar que John en español también significa Juan.

DePalma afirma que los mexicanos actualmente están descubriendo que el sueño americano es mucho más elusivo de lo que fue para Zannikos, y que corren el riesgo de estancarse en una subclase permanente entre los pobres, los no—calificados y los sin educación.

La hipótesis de DePalma es que el flujo migratorio es "un problema por sí mismo". Es decir, hay una creciente ola de trabajadores, lo cual significa que los sueldos irán a la baja, y "si alguien avanza, otro —o quizás dos o tres— ocuparán su lugar.

Los griegos no han llegado nunca en grandes números a Estados Unidos —el censo de 2000 contó 29 mil 805 neoyorquinos nacidos en Grecia—, pero tendieron a asentarse en unas pocas áreas, como la sección de Astoria, de Queens, que se transformaron en comunidades unidas dispuestas a ayudar a los recién llegados.

Pero lo que no se menciona en el reporte del Times es que no sólo la gran afluencia de mexicanos que llegan a Nueva York tiene que ver con que la mayoría de ellos no pueda alcanzar un desarrollo económico admirable, pues generalmente los migrantes mexicanos no rompen el vínculo con sus familias y envía remesas que oscilan entre los 300 y 500 dólares mensuales (no es el caso de Peralta, quien cada mes o dos meses manda sólo de ..:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />50 a 100 dólares), lo cual les genera un desgaste económico.

Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, sin saberlo da otra pauta para analizar el caso.

Según él, su hijo desde que vivió en Guerrero no supo administrar su dinero. Ése es el caso de muchos mexicanos que viven en Estados Unidos, que no tienden a ahorrar dinero y, quien llega a hacerlo, dispone de una idea general sobre ciertos proyectos productivos, pero no posee asesoría para materializarlos.

Otro de los puntos es que los dos migrantes llegaron en épocas distintas, y Zannikos, se casó con una puertorriqueña, lo cual le abrió las puertas para que obtuviera la ciudadanía estadunidense.

Los contrastes entre un polvoriento pueblo y la Gran Manzana
DePalma describe en su reportaje a Huamuxtitlán como un "polvoriento pueblo". Este municipio se localiza en la región de La Montaña (la zona más pobre del estado de Guerrero); limita al norte con Xochihuehuetlán; al sur con Alpoyeca; al este con Oaxaca y al oeste con el municipio de Cualac. Su economía se basa principalmente en la agricultura y la ganadería; "ahora lo que funciona es el ganado de engorda", dicen sus pobladores.

Los habitantes de Huamuxtitlán tienen contacto comercial, social y cultural tanto con el estado de Puebla como con el de Oaxaca.

Es un pueblo que a lo lejos se vislumbra solitario, no muy polvoriento como lo menciona DePalma, pero sí abandonado.

Al centro de la comunidad destaca una pirámide sin alguna placa que muestre su nombre y rodeada de malla ciclónica; en el resto del pueblo las casas de adobe contrastan con pequeños edificios o casas de arquetipo urbano.

Las calles, aunque pavimentadas, tienen una capa ligera de tierra sobre ellas. La propaganda de algunos políticos pegada en postes y bardas hace ver más deprimente el desolado paisaje.

El abandono ha sido tal que el hospital funciona con ciertas dificultades, y el Ayuntamiento no cuenta con datos que den muestra de la cantidad de huamuxtitlecos que han abandonado el municipio para partir a Estados Unidos.

Los efectos de la migración en Huamuxtitlán no sólo se distinguen en el soporte que los migrantes dan a sus familiares para que construyan sus casas de "material"; en las aportaciones que hacen para fiestas tradicionales; en la contribución a la reducción de la pobreza, o en el subsidio que dan a los campos de esa región, sino también se vislumbra en los cambios sociales que trae consigo este fenómeno, uno de ellos son los cholos (chavos banda), jóvenes nativos de Huamuxtitlán quienes de pequeños emigraron con sus padres y han regresado de Nueva York u otras ciudades de ese país, y quienes regresan con nuevas formas de comportamiento juvenil, vestimenta (pantalones y camisas holgadas) e intentan crear una identidad a partir de la violencia, y por qué no, del racismo.

La casa donde alguna vez habitó Juan Manuel Peralta es de bloques de arena y cemento color verde pistache. Modestamente techada con loza de concreto, mide cerca de 8 por 10 metros. A la entrada una puertita de madera antecede a una puerta azul de metal.

Adentro se observan un altero de sillas de plástico y tiras para decorar salones de fiestas. Varias fotografías enmarcadas (donde posan los cuñados, cuñadas y sobrinas de Juan Manuel que se han casado y cumplido 15 años respectivamente), decoran la humilde sala.

De ese pobre y "polvoriento pueblo" salió Juan Manuel Peralta, rumbo a Nueva York, la ciudad más poblada de Estados Unidos, y la segunda más poblada de Norteamérica, después de la ciudad de México.

Ubicada en la costa noreste de Estados Unidos, es el centro financiero de ese país, sede de la Bolsa de Valores de Nueva York. La industria financiera tiene su base en la calle Wall Street ubicada en el Bajo Manhattan. La industria de la moda en Estados Unidos también tiene su base en Nueva York. Gran cantidad de editores literarios, tiene su sede allí.

Es una ciudad internacional debido a la gran afluencia de inmigrantes. Sólo Los Ángeles la supera en este apartado.

Cuando uno camina por las calles de Nueva York puede encontrar a gente de todo el mundo: alemanes, griegos, irlandeses, italianos, chinos, coreanos, puertorriqueños, africanos, judíos, mexicanos, etc.

Su fama le da el título de capital mundial, y como corroborando esa credencial, las Naciones Unidas tienen su sede en ella. A partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 es la ciudad más vigilada del mundo.

El cuarto de 2.7 por 2.7 metros en un apartamento de Queens que comparte Juan Manuel Peralta con otros nueve mexicanos de tres familias, con quienes comparte el baño, no se compara con la casa en que vivía en Huamuxtitlán.

Aquí, tiene que pagar 500 dólares, cerca de 6 mil pesos, mensuales.

Cuenta con una litera, un colchón que recarga contra la pared, televisor y artículos de clase media (como un teléfono móvil y un reproductor DVD).

No olvida sus raíces religiosas, pues en una de sus paredes cuenta con un improvisado altar en honor a la virgen de Guadalupe.

La partida de Juan Manuel Peralta
Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, de 57 años; nativo de Xochititlamapa, Guerrero, se dedica a la albañilería, o como él lo dice "haciendo casitas"; en su juventud quiso emigrar a Estados Unidos, pero no lo logró. Aún no tenía familiares allá.

Define su carácter en dos palabras: "medio así", refiriéndose a que su forma de ser no le ha permitido convivir plenamente con sus hijos. Nunca juega. Nunca chancea con ellos. Al preguntarle si le gusta la vida en Huamuxtitlán contesta que no le queda otra, "aunque no me guste ya estoy aquí. Yo no voy a Nueva York a menos que tenga papeles", dice.

Inocencio es un hombre que actúa con naturaleza y sin poses, admite que le causa orgullo que su hijo haya salido en el New York Times y, por su misma naturaleza, la dimensión del suceso no es algo que tenga que gritarlo a los cuatro vientos: "No le he dicho a la gente que mi hijo salió en los periódicos. Si fuera yo otra persona, sí, tal vez".

Después de almorzar ocho picaditas comenta cómo y por qué fue la partida de su hijo:

"Mi hijo siempre tuvo la inquietud de irse al otro lado. Después de los 12 ó 14 años Juan Manuel se fue a trabajar con un talachero. Terminó la secundaria y el CBTA, sólo estudió… —intenta recordar; una pausa e interviene su esposa: 'cuatro meses'. Como al año me dijo: 'yo me voy para allá'. ¿Pero con qué dinero?, le dije. Y me dijo: 'Pues consígueme, yo quiero irme para allá'—las palabras del hijo las repite en un tono enérgico como si fuese una orden.

A Inocencio Peralta le costó conseguir el dinero para su primogénito; fue con sus parientes. Le negaron el préstamo. Le prestaban al 20 por ciento sólo si el dinero era para él, y no para su hijo. Lo recuerda amargamente: "Tengo unos familiares que, desde esa fecha, no les quiero ni hablar. Yo soy pobre. Esta camisa está limpia —se agarra su camisa que está un tanto desgastada y sucia por el trabajo—, me gusta vestirme como la peor gente. Soy muy humilde. Entonces fui con esas personas, y me dijeron: 'No, a tu hijo no le presto dinero, si tú te vas sí, pero, a tu hijo no. Aquí se van y se olvidan y ya no pagan'. Le dije que le pagaría y que respondería por mi hijo. Me dijeron que regresara, pero no, no regresé. Al final me los prestó una tía, sin ningún interés", afirma Inocencio.

Con el préstamo, mil doscientos pesos, en 1990 partió el mayor de sus nueve hijos, Juan Manuel —tres hombres y seis mujeres; los tres hombres actualmente están en Estados Unidos y una mujer.

— En el artículo se menciona que Juan Manuel llegó a Nueva York con un tío. ¿Este tío es familiar de usted?

— Es hermano de mi esposa —contesta Inocencio.

— ¿Cuánto tiempo llevaba su cuñado allá?

— Dos años. Cerca de dos años.

Y así fue, Peralta cruzó la frontera ilegalmente y llegó a casa de su tío. No trabajó durante varias semanas; tiempo después comenzó a laborar en la panadería donde trabajaba su pariente. Continuó en el trabajo, pero se daba cuenta de que no le alcanzaría para pagar la deuda que había adquirido por parte de su padre, así que tomó un segundo trabajo haciendo entregas nocturnas para un restaurante de Manhattan.

Recordaba las palabras de su padre: "Si te quieres ir fíjate lo que vas a hacer. Ya estás grande, ya tienes 18 años. Estas cosas son delicadas. Me gusta que mi palabra se respete. Lo que te encargo es que pagues el dinero que te prestaron y de ahí para el real si quieres mandar es cosa tuya. No me quedes mal". Y así fue, al mes mandó la mitad del dinero y a los 8 meses mandó el resto.

"Peralta dejó el restaurante", afirma el reportero del Times, "brevemente abrió los ojos sobre lo fácil que era hacer dinero en Nueva York. Había restaurantes en todas partes, y trabajo para hacer entregas, lavar platos y limpiar mesas. Saltó de un trabajo en otro y en 1995, ansioso de lucir su nuevo éxito, volvió a México con los bolsillos llenos de dinero".

Ida y vuelta
DePalma indica en su reporte que para cuando Juan Manuel tenía 25 años, misma edad que cuando se casó John Zannikos, se acabaron las similitudes entre ellos. Efectivamente se terminaron ya que Peralta no se olvidó de sus padres. A los cinco años decidió volver a Huamuxtitlán. Lo que no hizo Zannikos, pues nunca regresó a Grecia.

"La gente pensaba que como estaba volviendo del norte, yo sería tan rico que gastaría mi dinero repartiéndolo" —comentó Peralta a DePalma. Y no era para menos, pues su salario en Nueva York dejaba por mucho a los 10 mil pesos que hubiese ganado al año en Guerrero.

Fue entonces que conoció a Matilde y se hicieron novios. Regresó a Nueva York y al año volvió a Huamuxtitlán para casarse.

Juan Manuel dijo a su padre: "Yo nada más vine porque me quiero casar". Con algunas dificultades económicas se casó en marzo. Tuvo que vender un pequeño terreno que era parte de la herencia de su padre.

Retornó a Nueva York, ahora con su esposa. Nuevamente cruzó la frontera ilegalmente. Su primer hijo, Anthony, nació en 1996. Ahora tenía que trabajar el doble, fue entonces que, en 1999, consiguió un trabajo en 3 Guys.

Su familia creció. Su esposa Matilde limpiaba casas, hasta que tuvo a su segundo hijo, Heidi, que nació hace cuatro años.

Juan Manuel Peralta tuvo que dejar el restaurante 3 Guys por un conflicto ocasionado por sus compañeros de trabajo y la acusación de seis de ellos —incluyendo Peralta— contra John Zannikos.

La demanda ante el Restaurant Opportunities Center, un grupo de derechos laborales, hizo que la amistad entre él y Zannikos se quebrara.

Según el Times Peralta se unió al grupo a regañadientes ya que tenía miedo de que si los patrones lo descubrían, ya no le ayudarían a sacar sus papeles de inmigración. El grupo laboral prometió que los patrones no se enterarían nunca.

Sin embargo, los socios del 3 Guys sospechaban que Peralta se había unido al grupo laboral; empezaron a criticar injustamente su trabajo y redujeron su horario laboral.

Después de que se dañara un tobillo jugando futbol, le dijeron que se marchara a casa hasta que estuviera mejor. Cuando Peralta volvió al trabajo, dos semanas más tarde, fue despedido.

Posteriormente, después de ir de un trabajo a otro, Peralta pudo encontrar empleo como parrillero en otro restaurante griego. El salario y el menú es más o menos el mismo que en el 3 Guys.

Juan Manuel continúa viviendo en Nueva York, trabaja para intentar cumplir su sueño y que sus hijos puedan obtener una mejor educación y quizá alcance el sueño americano o una nueva clase social. Estará mejor allá que en Guerrero. Eso es lo único de lo que está seguro.

Su padre espera que algún día su hijo regrese. Inocencio suspira. Una muestra de nostalgia se dibuja en su arrugada cara mientras recuerda a su primogénito y dice: "Sí, me gustaría que regresara". Sin embargo, trata de ocultar sus sentimientos; se levanta e indica: "Me tengo que ir a trabajar, aquí no hay de otra".

Guerrerenses en Chicago: una nueva clase política

Por Marco Antonio Mönge Arévalo

El periódico estadunidense Chicago Tribune publicó el 6 de abril un extenso reportaje de migrantes mexicanos que han sobresalido económica y políticamente en Chicago, Illinois. Entre ellos destaca a dos guerrerenses, Timoteo Manjarrez Medina y Fabián Morales.
El reporte del Tribune, titulado Influence on both sides of the border (Influencia en ambos lados de la frontera), escrito por Antonio Olivo y Oscar Avila, hace referencia a que los migrantes-guerrerenses –Timoteo Manjarrez Medina, actual alcalde de Teloloapan, y Fabián Morales, originario de Xonacatla, municipio de Cocula, ex presidente de la Federación de Guerrerenses Radicados en Chicago–, y otros mexicanos, se han convertido en líderes que tienen “influencia cada vez mayor en ambos países; han incrementado su poder político en Chicago y buscan reformas (migratorias) mediante marchas.
“Su influencia política surge de lugares como Teloloapan, Guerrero, donde un restaurantero de Chicago –refiriéndose a Manjarrez– ayudó a restaurar caminos y el arquetipo de la ciudad. Los ciudadanos están tan agradecidos que lo eligieron alcalde”, señala el Tribune.
El reportaje, publicado en primera plana, sigue la trayectoria de Fabián Morales como líder, quien llegó a Chicago en 1970, a la edad de 14 años, y ahora dirige una empresa de bienes raíces; además de que “el año pasado manejó la logística de tres marchas masivas de migrantes en Chicago, entre ellas una caminata de cuatro días”.
Los reporteros del Tribune narran cómo Morales ayudó a la creación de clubes de migrantes guerrerenses hasta la formación de la Federación de Guerrerenses Radicados en Chicago, y citan los apoyos que reciben las comunidades mediante el programa 3 por 1 (es decir, por cada dólar que envían los migrantes, los gobiernos federal, estatal y municipal, aportan tres).
En la fotografía principal del periódico, Manjarrez pone unos plátanos en la báscula de un puesto de mercado; el pie de foto dice: “Antiguo chicagoense, Timoteo Manjarrez, ahora alcalde de Teloloapan, México, visita un mercado que se construyó durante su administración”.
El Chicago Tribune describe a Teloloapan como una región donde las casas se están desmoronando, los niños juegan descalzos y hasta los burros tienen hambre. Allí, Aurelio Santamaría Bahena, alcalde de Tlapehuala, reconoce, según el periódico, los cambios introducidos por Timoteo Manjarrez en Teloloapan, a la cual llama “la ciudad que trabaja”.
El reportaje da cuenta de los conflictos internos del PRD en Guerrero en torno a la figura de Manjarrez, a quien ven como extranjero.
“Influencia más allá de la frontera”
La nueva clase política a la que se refiere el Tribune, y la “influencia en ambos lados de la frontera”, se han visto reflejadas en distintas formas, por ejemplo la formación de los Clubes de Guerrerenses y su Federación, que cuentan con un poder de movilización muy importante, y la relación que han mantenido con los gobernadores del estado, lo cual ha facilitado la realización de proyectos de desarrollo en la entidad y en particular con su comunidad de origen.
Su participación en política es crucial. Un ejemplo claro fue la pasada elección a gobernador, ya que los dos guerrerenses a quienes menciona el reportaje fueron los principales promotores de dicha elección en Chicago.
Los entonces aspirantes a gobernador hicieron un recorrido por Estados Unidos y en especial Chicago, donde según cifras extraoficiales viven cerca de 300 mil nativos del estado o sus descendientes. Héctor Astudillo Flores recibió todo el respaldo de su compadre Fabián Morales, y el actual gobernador, Zeferino Torreblanca Galindo, fue apoyado por Timoteo Manjarrez.
Actualmente la relación política entre Manjarrez y Torreblanca es más cercana, pues para contender por la alcaldía fue impulsado por la corriente perredista Foro Nuevo Sol, y en los últimos días se adhirió a Izquierda Renovadora, corriente liderada por el mandatario estatal; además se menciona que el alcalde de Teloloapan buscará la diputación local o federal.








Guerrerenses en Chicago

¿Quiénes son los guerrerenses que habitan en Chicago? ¿Qué hacen, dónde trabajan, cómo viven? A estas y otras interrogantes da respuesta el autor de esta serie especial quien tuvo que experimentar todo el trayecto para llegar a la principal ciudad del estado de Illinois. Este trabajo es una síntesis de una investigación mucho más amplia titulada El Guerrero de allá… los guerrerenses radicados en Chicago, Illinois, publicada en el periódico El Sur - febrero del 2005.


Por Marco Antonio Mönge Arévalo

Llegó la migración y vio la camioneta en que veníamos.
— ¡La migra! —dijo el chofer.
Pero en eso no sé qué le pasó a la camioneta o qué le falló, y éste le dijo a su acompañante:
— ¡Jálate, jálate!
— ¡Pero no puedo! —le contestó su compañero coyote nervioso.

El coyote se aventó hacia donde estábamos nosotros para que no descubrieran los de migración que él era coyote, y se fue corriendo hacia el monte. El otro coyote, el que iba al volante, se quedó con nosotros. Entonces llegó el agente de migración, pero en lo que bajábamos, el coyote agarró la hija de mi amiga. Al abrazarla se escoltó con ella.

El migra le dijo al coyote que levantara las manos y que abriera la puerta de la camioneta, pero no hizo caso, así que el oficial la abrió; cuando levantó la portezuela de atrás el agente vio el montón de personas. Éramos como 30. En eso que estaba alzando la portezuela el oficial, el coyote aprovechó para aventarle encima a la niña, pensando que el policía la iba a agarrar, pero no la agarró y la niña cayó al suelo; se raspó toda la mano derecha y parte del brazo. Hasta la cara se golpeó…

El testimonio anterior es sólo parte de uno de tantos de los infortunios que los migrantes guerrerenses tienen que sortear al tratar de cruzar la frontera norte de México, y emigrar a los Estados Unidos.

Este fenómeno se debe, en gran medida, a la falta de empleo en el estado de Guerrero —no obstante, un nuevo estudio hecho por este autor (entre abril y agosto del 2005), revela que más del 40 por ciento de los migrantes guerrerenses tenía un trabajo fijo, pero mal pagado antes de llegar a Estados Unidos—; aunque también se incluyen algunos factores como: la reunificación familiar, la desintegración familiar, la búsqueda de mejores oportunidades de vida o por tradición. Factores que incitan a los oriundos del Estado de Guerrero a emigrar al vecino país del norte. En especial a la ciudad de Chicago, en el estado de Illinois.

Según datos del consulado general mexicano el 11.5 por ciento del total de los mexicanos en Estados Unidos son guerrerenses. Estas cifras son reveladoras al momento de entender la importancia que tiene la comunidad guerrerense en Chicago, ya que según el censo de población norteamericano del año 2000, en ese país se encontraban habitando 950 mil guerrerenses.
Actualmente viven cerca de 350 mil guerrerenses sólo en la ciudad de Chicago, es decir, el 11,36 por ciento del total de habitantes que reportó el INEGI en Guerrero para el año 2000, ó 18 mil 392 guerrerenses más que la población que reportó el INEGI en el año 2000 en los siguientes municipios del Estado de Guerrero: Chilpancingo, Iguala y Atoyac de Álvarez.


Las rutas
De los más de tres mil kilómetros que constituyen la frontera entre México y Estados Unidos, el paso hacia, o desde Estados Unidos "se realiza sólo por 23 localidades aproximadamente, ocho de las cuales concentran a más del 90% del flujo migratorio en las dos direcciones"(Santibáñez Jorge, 1994). Al llegar a la localidad de cruce, los migrantes guerrerenses toman transportes foráneos de la localidad; por ejemplo: aeropuertos, centrales de autobuses o estaciones de tren. Las rutas más transitadas por los guerrerenses son: Sonora y Nuevo Laredo. Ciudad Juárez en menor proporción.


El 6 de julio de 2004 este autor hizo su primera incursión a lo que es la frontera norte de México, conocí Nuevo Laredo, Tamaulipas, un lugar que va más allá de cualquier cantina grande o mercado farmacéutico (abundan las cantinas y las farmacias). Además de ser una frontera donde se quedan las ilusiones y empiezan los sueños de los migrantes guerrerenses.

Llegué a la terminal de autobuses en Nuevo Laredo. Eran las 7:30 de la noche. En un instante me vi rodeado por coyotes ofreciéndome sus servicios "para pasar al otro lado". Con esto me di cuenta, que la vida está plagada de casualidades que cambian la vida de cualquier mortal y hasta la de los inmortales.

Por uno de estos coyotes, conocí a dos guerrerenses que habían sido deportados cuando intentaron cruzar el Río Bravo.

Uno de ellos (Héctor) que tenía sólo 17 años de edad, originario de Tlapa de Comonfort, fue asaltado en el camino. El otro era un señor (Ramiro) de 42 años de edad, nativo de Iguala.
Los dos guerrerenses platican conmigo que viajaron —cerca de 850 kilómetros— en avión. En sus rostros se observaba que para ellos el viaje desde el Distrito Federal hasta Nuevo Laredo en aeronave fue una aventura inolvidable, pues era la primera vez que se subían a un avión. Ahí estábamos, a fuera de la terminal. Ramiro se veía agotado. Su vestimenta entre sucia, denotaba que no se había cambiado al menos por dos días. El señor observaba a su alrededor un tanto ansioso mientras comentaba lo que le había ocurrido un día anterior: "ayer en la mañanita iba yo con el coyote y un grupo de gentes que también iban a cruzar por el río (Bravo), caminábamos alrededor del Puente Uno. Yo veía que no estaba tan fuerte la corriente del río, y el coyote nos aseguró: 'yo creo que sí lo cruzamos"'.

— ¿Y qué pasó? —pregunté, mientras sacaba mi grabadora reportera. Pero no me dio tiempo ni de aplastar el botón para grabar. Ramiro chasqueó la lengua y me indicó que prefería que charláramos "así nomás, sin grabar nada". Desistí de sacar la grabadora y volví a preguntar.

— No, pues no lo pasamos, ni siquiera lo intentamos —contestó mientras veía nervioso cómo guardaba mi grabadora—. Cuando llegamos a la orilla del río, la corriente estaba demasiado fuerte. El coyote nos dijo que nos esperáramos a que se calmara la corriente —hizo una pausa se llevó la mano a la boca; eructó y añadió— Al río Bravo hay que tenerle respeto. Ahí te hundes y te mueres ahogado.

Y es que no es para menos. Ya que sólo en el 2003, según la Fundación Rural de Asistencia Legal de California, 15 migrantes perecieron ahogados en el sector Laredo de la Patrulla Fronteriza.
A pesar de todo una sonrisa se le dibuja en los labios al momento de decir que lo intentaría al día siguiente, como olvidando la frustración de no haber podido pasar.

El mismo guerrerense contó que hacía dos años que intentó cruzar por ese rumbo y que los agarró la migra: "esa vez nos agarró la migra ya en el otro lado, ya estábamos en Estados Unidos".

—¿Y qué les hizo la migra? ¿A dónde los llevó? — interrogué.


—No, pues nos agarró como animales. Nos esposaron.


Lo miré de forma interrogativa y reafirmó: "sí, aunque no lo crea, hasta a las mujeres las esposan. Esa vez había una señora con sus chavitos… No mano, hasta a ella la esposaron y a los chavos —El guerrerense se cruzó de brazos y fijó su vista al horizonte y prosiguió—. No, si son bien ojetes los de la migra. Había entre nosotros unos cuates que eran de Oaxaca, y vas a creer que los confundieron con guatemalecos —volvió a chasquear la lengua—, ya los iban a mandar hasta Guatemala. Pero lo bueno fue que traían sus actas de nacimiento. Se las enseñaron a los de la migra, y ya, nos mandaron pa'cá.

Mientras observaba desconfiado que no sacara mi grabadora afirmó: fuimos obligados a formarnos en fila india esposados y encadenados; nos tomaron la foto del recuerdo —lo decía con simpatía, como burlándose de su suerte.


Camino a la ciudad de los vientos
Héctor es un chico de 17 años de edad. Por su apariencia a primera vista, creí que era de la Costa Chica de Guerrero (pelo chino, tez morena, ojos grandes y nariz ancha); sin embargo, no tiene el acento particular de los nativos de esta Región. Él comentó, que era de Tlapa de Comonfort: "aquí me asaltaron", dijo el joven, "me quitaron un dinerito que traía. No me golpearon eso sí, pero me quitaron mi dinero, iba yo con un grupo de chinos y polacos. Yo y el coyote éramos los únicos mexicanos. A todos nos quitaron el dinero. Después llamé a mi hermano que vive en California; me mandó dinero y con eso es con lo que voy a pasar horita".

— ¡A horita! — curioseé sorprendido.


—Sí, ya nada más falta uno —se refería a alguna persona que quisiera pasar ilegalmente—. Por eso te habló el coyote, para ver si querías "pasar".

— ¿A qué hora salen?

— En media hora —contestó.

— ¿Y no tienes miedo que te suceda lo mismo? ¿Que te asalten?


— La mera verdad sí, pero qué quieres que haga. La neta prefiero correr los riesgos.


Pasó la media hora que había dicho Héctor. La verdad es que yo iba contando los minutos, pensando en cómo podría ir con ellos sin pagarle al coyote, ya que mi raquítico presupuesto no alcanzaba para pagar mil 500 dólares que exigía: "si quieres venir tienes que pagarme. Este es mi trabajo, de otra manera no puedes ir con el grupo. Es peligroso", me condicionó.


Eran las 9:39 de la noche; transcurrió una hora con 23 minutos desde que Héctor me afirmara que se irían en media hora. Para bien o para mal, no puede convencer al coyote que estaba realizando un trabajo especial y que no llevaba suficiente dinero, para pagarle el "cruce". Se fueron.

Entré a las instalaciones de la terminal. No dormí durante esa noche. El ambiente se tornó denso y deprimente.


Llegó la hora de irme; pasé la frontera sin ningún imprevisto. El río Bravo a pesar de que en esa época no tenía mucha agua, se observaba imponente. En el puente que atraviesa el río se deja ver una placa que dice: "Boundary of the United States of America".


El Viaje en autobús
Ya en el autobús Greyhaund, poco a poco entrábamos a territorio norteamericano. Ya en Nuevo Laredo Texas, desde al autobús, observé en la calle a un hombre trajeado, alto, robusto y con lentes oscuros, y a su lado un agente de la Patrulla Fronteriza, con el pelo cortado a rape y lentes oscuros quienes detuvieron el camión.

En eso se dejó ver una larga fila de deportados, hombres y mujeres, amarrados con esposas de pies y manos de uno a uno. Casi todos tenían las mismas características (corta estatura, pantalón y tenis cubiertos de lodo seco). Preparé mi cámara fotográfica y tomé algunas fotografías.

Todos caminaban obedientes en fila india y en silencio mientras observaban al autobús. Mi sorpresa fue enorme cuando me di cuenta que entre ellos iba Héctor, el guerrerense de 17 años, que la noche anterior había charlado conmigo.

Cada migrante guerrerense tienen su aventura; sin embargo, con peligro o sin él, los guerrerenses transitan por la frontera norte con un solo propósito: llegar a Estados Unidos. Sin importar si son asaltados, heridos o muertos en su intento.
Ciudad Juárez y Sonora, son lugares que están infestados de pandilleros y policías dispuestos a extorsionarlos.

Y el resto de los puntos de cruce —Ciudad Miguel Alemán, Díaz Ordaz y Camargo, o hacia el otro lado, en Villa Hidalgo, Coahuila—, se corre el mismo riesgo.


Chicago, Illinois.
El autobús avanza. Estamos a las afueras de la ciudad de Chicago. Me doy cuenta que es "La ciudad de los vientos" porque a lo lejos se distinguen sus enormes edificios. Sobresale la Torre Sears; se ve perfectamente inmóvil —aunque los expertos opinan que se balancea 25 centímetros cuando sopla mucho el viento—, y el esplendoroso lago Michigan a la orilla de la ciudad.
Chicago se encuentra situado en el Estado de Illinois, a la orilla occidental del lago Michigan; es la ciudad más importante de ese Estado cuya capital es Springfield, y la tercera ciudad más grande de los Estados Unidos. Esta urbe se caracteriza por ser un floreciente centro industrial, con fábricas de alimentación, mecánica, electrónica, textil, química, petroquímica entre otras. A esto hay que añadir sus enormes edificios, su amplio y moderno puerto, junto con una densa red de ferrocarril y de carreteras.

Chicago es el principal centro de transporte en los Estados Unidos y el primer puerto aéreo.
En cuanto a agricultura, Illinois encabeza la producción de soya y se sitúa en segundo lugar en la producción de maíz, después de Iowa.

La mayor fuente de empleo de Chicago es la industria de productos eléctricos, seguida por las industrias siderúrgicas, de maquinaria, metalúrgicas, alimentaria, gráfica, química y de equipos de transporte.
Es, además, un importante centro cultural, no sólo por su notable actividad editorial, sino también por albergar numerosas universidades, bibliotecas y museos, sin olvidar, su inigualable tradición de música jazz y blues.

Chicago es conocida por ser una de las ciudades con más viento de los Estados Unidos, de ahí su mote. Durante el invierno las temperaturas son bastante bajas, llegan a sobrepasar los -15 grados centígrados bajo cero, aunque la nieve no supera los 40 centímetros. Por otra parte, en verano —la época en la que nos tocó realizar la investigación— las temperaturas son más elevadas, alcanzando los 35 grados centígrados o incluso más, y con una humedad bastante alta.
Chicago cuenta con un área territorial de 230 kilómetros cuadrados; con una población de 2.9 millones de personas, entre ellos, cerca de 350 mil guerrerenses.

Esta ciudad es una de las favoritas de los oriundos del estado de Guerrero. El número de guerrerenses en esa ciudad ha llegado a tal grado, que actualmente son la cuarta comunidad en tamaño, después de Michoacán, Zacatecas y Jalisco.


La vivienda, la educación y la salud
Como se observa en la gráfica de al lado, el municipio que con más migrantes-guerrerenses en Chicago es Taxco de Alarcón con un 30 por ciento, seguido de Iguala y Huitzuco con 21.60 por ciento. Observamos además, que la región Norte del estado es de donde emigran más guerrerenses a Chicago.

Por lo regular son familiares, primos, hermanos, esposos e hijos quienes comparten un departamento. Esto se debe a que no existe suficiente vivienda de interés social para cumplir la demanda; y porque las casas tienen un costo de 90 mil dólares aproximadamente, la casa promedio en los suburbios cuesta cerca de 180 mil dólares.
En la investigación de campo pudimos observar que en el rubro educativo los hombres tienen menor rango de estudios pues mientras que el 65 por ciento de los hombres se encuentra entre los tres, seis y siete años de educación, las mujeres suman entre siete y nueve años de educación, lo que da un 78 por ciento.

En cuanto al lugar en el que cursaron su último año de estudios, prácticamente el 90 por ciento de nuestros entrevistados fue educado por el Estado guerrerense, mientras que el 10 por ciento cursó su último año de estudios en la ciudad de Chicago. Tomando en cuenta de que se trata de residentes habituales, se confirma que el uso de servicios educativos por parte de los migrantes-guerrerenses es mínimo, más aún si consideramos que, como veremos más adelante, se trata de población laboralmente ocupada.

Otro de los factores que impide el buen desenvolvimiento escolar es, que, hay muchos niños cuyos padres trabajan y llegan a sus hogares fatigados, lo que origina que cuando los niños salen de la escuela, al llegar a sus hogares, no encuentran quién los apoye para hacer sus actividades escolares. Así lo afirma Isidro Arroyo, actual vice-presidente de la Federación de Guerrerenses en Chicago: "Los guerrerenses somos personas que venimos a progresar; básicamente los que llegamos a este país nos olvidamos de que muchas veces somos gente con muchas necesidades, y las principales son económicas, de manera que para la gente su meta principal es llegar a trabajar. Somos pocos los que llegamos a prepararnos y estudiar, porque no hay tiempo para eso; las necesidades inmediatas son bastante fuertes, y es la cuestión de la economía; de manera que precisamente por eso no hemos progresado en cuanto a educación se refiere". La necesidad monetaria hace que pocos guerrerenses tengan una preparación escolar que les permita avanzar en el desarrollo educativo.

Muchos guerrerenses jóvenes asisten a escuelas (High school, el equivalente a un grado de secundaria y preparatoria, en México) como Benito Juárez y Roberto Clemente localizadas en el área sur de Chicago. Otros pocos estudian en colegios acreditados.

En la ciudad de Chicago pudimos observar que en cuanto a la cuestión educativa hay algunos centros de educación en donde todos los programas son gratuitos (hasta la High school) y en escuelas especializadas en el idioma inglés. En estas escuelas las clases son gratuitas, lo único que pone el alumno es el material a utilizar. Estas escuelas dan sus servicios en un programa bilingüe.

A pesar de lo anterior es muy difícil que los guerrerenses lleguen a realizar estudios universitarios, ya que las colegiaturas están por arriba de los seis mil dólares mensuales. Aparte, su condición migratoria no les permite ser poseedores de becas; y por si fuera poco, tienen que trabajar, y muchos de ellos le dan preferencia al trabajo.

Otros jóvenes ven en el Ejército estadunidense, una opción para continuar sus estudios. Tal es el caso de Eugi Loeza Cruz, de El Embarcadero, municipio de Coyuca de Benítez, quien estuvo combatiendo en Irak.

El motivo para que este joven (ahora sargento) se reclutara en el Ejército de Estados Unidos, fue, el deseo de continuar sus estudios universitarios.

Según la periodista Raquel Santiago Maganda, el 13 de mayo de 1997, el guerrerense decidió incorporarse a la milicia para seguir sus estudios de nivel universitario en Estados Unidos.
Es así como muchos jóvenes mexicanos ven en el Ejército una buena opción para continuar estudiando, ya que obtienen prestaciones como casas, estudio y un excelente salario que les permite mantener una buena calidad de vida en ese país.

Durante nuestra estancia en Chicago, observamos que la propaganda militar también va dirigida a la comunidad hispana, masculina y femenina. Ya sea por televisión, carteles pegados en puntos estratégicos o en radio. Su lema propagandístico es: I´m the Army (Yo soy el Ejército).


La salud
Aunque enfermarse en Estados Unidos tiene un costo demasiado alto, y no todos obtienen los beneficios. En cuanto a salud, hay algunos centros en Chicago donde a los guerrerenses radicados en esa ciudad, se les ofrece los servicios con una cuota muy baja. A veces, si no tienen recursos, no pagan, pero sólo a veces. Hay hospitales de gobierno que ofrecen atención médica.

Fabián Morales, presidente de la Federación de Guerrerenses en Chicago, precisa: "hay otros servicios ya más delicados, más costosos, como lo es el trasplante de órganos, que ahí sí hay una carencia y una necesidad; cuando hay (transplantes), se les apoya a los guerrerenses lo más que se puede, en todo caso es para aliviar un poco su pena, su situación, su malestar, pero no los alivia".

Nuestro reporte indica que el 96.67 por ciento de los guerrerenses no cuenta con Seguro Social, y el 3.33 por ciento sí. Esto se debe básicamente a su estatus migratorio, lo cual les impide tener Seguro Social. El resto que sí lo tiene son guerrerenses cuya condición migratoria es de nacionalizados estadunidenses o residentes.


El mercado laboral y los mecanismos de organización social
Existe un consenso general acerca de la importancia económica que tienen los trabajadores guerrerenses en Chicago, que podemos sintetizar en lo siguiente.

Constituyen una fuerza de trabajo barata por los bajos salarios que perciben, lo cual contribuye a que se reduzcan los costos de producción de las empresas contratantes.
Significan una fuente permanente de mano de obra, que el Estado regula a través de sus políticas migratorias, según convenga a sus ciclos económicos.

Presionan a la baja las condiciones de trabajo, el salario y los derechos laborales de los trabajadores estadunidenses.

Pagan cuantiosos impuestos por concepto de su trabajo y consumo.

Subsidian a la economía norteamericana al no percibir fondos de pensión.

Los guerrerenses en Chicago tienen una tasa de desempleo baja; sin embargo, valoran mucho sus trabajos, lo cual ha generado que los negocios dependan mucho de su fuerza laboral. Por los datos obtenidos en nuestra encuesta podemos afirmar que la mayoría de los oriundos de Guerrero se desempeña en el sector primario y una mínima cantidad en el secundario y terciario. De estos podemos agrupar los siguientes:

Sector primario: construcción, descarga y carga de trailers, vendedores ambulantes, restaurantes (meseros, cocineros, lavaplatos, limpieza, cajeros etc.), hoteles (limpieza, encargados de área), fábricas, yarda (podadores), encargados de pequeños negocios (carnicerías, tiendas de abarrotes, lavanderías, etc.), taxistas, centrales aéreas y de autobuses (limpieza) y niñeras.

Sector secundario: este sector es poco ocupado por los guerrerenses, ya que esta fracción es principalmente ocupada por los estadunidenses por lo que sólo algunos originarios de Guerrero se pueden ubicar dentro de este rango.

Sector terciario: los comerciantes guerrerenses tienen una pequeña participación en el área latina, y contribuyen a revitalizar el comercio local. Esto se debe al esfuerzo de los guerrerenses, ya que la mayoría llega con la idea de un mejor por venir. Algunos guerrerenses trabajan un tiempo en fábricas, otros en restaurantes y cuando empiezan a aprender las destrezas del ramo, ahorran dinero, comienzan a manejar el negocio y abren el suyo dependiendo de sus aptitudes.

Tal es el caso de Francisco Martínez que tiene su carnicería Iguala Guerrero en una de las zonas comerciales latinas más importantes en Chicago, conocida como La Villita.


Los clubes de oriundos guerrerenses radicados en Chicago
En un principio, los clubes de guerrerenses radicados en Chicago, se formaron principalmente con vecinos de las mismas comunidades del estado de Guerrero –sobre todo de la Región Norte; se reunían en torno a las festividades de los santos patronos de cada pueblo y los festejos de los días patrios de México.

Los guerrerenses fueron los pioneros en organizarse en clubes en la ciudad de Chicago, así lo afirman Isidro Arroyo vicepresidente de la Federación de Guerrerenses en Chicago: "Nosotros fuimos los pioneros en organizarnos en clubes; una vez que logramos la apertura de un camino en nuestra comunidad, otras entidades nos imitaron. Varios se fueron acercando a nosotros para preguntarnos la mejor manera de organizarse; compartimos con ellos nuestras experiencias y se iniciaron otros Clubes".

Los guerrerenses comenzaron a organizarse en 1980. El enfoque que tenían los clubes era de organizarse y recaudar fondos para poder ayudar a sus comunidades de origen. Hacían bailes, rifas y vendían comida entre ellos para poder recaudar capital.

El proyecto de las comunidades guerrerenses inició a partir de que en la comunidad de Amealco se llevaban a cabo obras de beneficio social. Tuxiapan y El Potrero ya existían como grupos organizados en comité.

Entre los años 1987 y 1988 Amealco se registró como club. Fue el primer club registrado ante el Consulado. Después vinieron otros, como Tipilulco, Coacoyula, El Naranjo, Tlatzala, etc. Algunos aún forman parte de la Federación, y otros se han retirado –Amealco continúa integrado.
En 1996 el entonces gobernador de Guerrero José Francisco Ruiz Massieu, tenía conocimiento de la existencia de estos grupos, incluso, el ex gobernador ya había puesto un representante en el Consulado en Chicago. Se trataba de Bernardo Rosendo.
Existía la atención de parte de Ruiz Massieu hacia la comunidad guerrerenses en Chicago, a pesar de que no existían como grupo, ya que ésta era una especie de asociación, pero no con los vínculos tan fuertes como se vienen dando con la Federación de Guerrerenses.

A partir de ese mismo año los grupos se empezaron a organizar de manera sólida a través de la Federación de Guerrerenses. Fue, básicamente una fusión de la asociación y los nuevos grupos que en ese momento tomaban un impulso grande e importante.

Dicha asociación tenía los mismos objetivos que tienen ahora los 30 clubes que conforman la federación.
Los clubes comenzaron por ayudar a construir la iglesia con sus propios recursos. Así lo expresa el presidente de la Federación:"En aquel entonces el gobierno no destinaba recursos que pudieran ayudar a restaurar o a construir las iglesias; entonces comenzamos con programas donde nosotros poníamos todo el recurso económico".

Después se abrieron los programas donde los clubes de guerrerenses comenzaron a trabajar con el gobierno del estado de Guerrero, fue entonces que firmaron el primer convenio con el gobierno estatal. Arrancaron trabajando con el programa Uno por uno, en 1981.

Este programa les favoreció de tal manera que percibieron apoyo de los municipios de Guerrero, ya que los presidentes municipales se interesaron. Así lo manifiesta Fabián Morales: "en aquel entonces el presidente municipal de Cocula nos apoyó bastante a nosotros los de la comunidad de Xonacatla, y la primera obra fue la construcción de la carretera de Xonacatla".

Uno de los retos importantes fue tener un acercamiento sólido con el gobierno del estado de Guerrero y hacer que éste firmara un acuerdo tan importante como el programa Tres por uno en el trienio del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero. Este acuerdo se firmó cuando Manuel Martínez era presidente de la Federación de Guerrerenses.


Un día en la vida de un migrante guerrerense
Los primos de Demetrio y su hermano se levantan muy temprano. Salen a trabajar. Son las cinco de la mañana. Demetrio continúa dormido, sin embargo, su reloj biológico está a una hora de decirle: "Despierta, tienes que ir a trabajar", o quizá: "Despierta tu vejiga está llena y tienes que ir al baño", o aún peor: "Despierta tu estómago tiene hambre".

Son las 5:35 horas y el sol ya salió en Chicago. Aunque no lo crea en Chicago amanece muy temprano y en especial para los guerrerenses. Demetrio se reacomoda en el sofá que utiliza para dormir, pues resulta que el departamento en que vive sólo hay tres recámaras: una ocupada por su prima y esposo, otra por sus dos hermanos y la última por el que esto escribe (y a quien Demetrio muy amablemente se ofreció a darle alojamiento sin importarle que ocupara su recámara).

Ni las ganas de ir al baño ni el hambre lo despertaron. A sus 43 años su instinto de responsabilidad está más atento que nada. Demetrio despierta; se alista para salir a su trabajo. Junto con su hermano salen rumbo a su empleo.

Demetrio compró su tarjeta de Seguro Social falsa y su tarjeta verde (green card) falsa por $100 dólares, no le fue difícil, pues en Chicago abundan lugares donde se pueden conseguir fácilmente; trabaja de lunes a viernes en la construcción, invitó a su hermano a trabajar con él. Es un empleo que le resulta no muy agradable, pero tampoco se queja. Gana cerca de seis a ocho dólares por hora. Lo suficiente para pagar la escuela de su única hija quien estudia medicina en Acapulco, darle algo a su esposa que es educadora en Chilpancingo y de paso guardar unos cuantos dólares para él —Cada que charlamos acerca de su familia, Demetrio se traslada en tiempo y espacio, su cara lo expresa con una mueca de nostalgia al recordar a su familia.

Recorren en su auto cerca de 45 minutos para llegar a su trabajo. Y entonces, comienza la acción: su patrón que es un migrante de origen ruso, le da instrucciones de a qué lugar y a qué casa debe acudir para realizar su trabajo. Éste puede consistir desde arreglar una pared o cambiar un techo, hasta construir una casa habitación.


Por este día a Demetrio y a su hermano les encargaron cambiar un techo. Cosa no muy fácil, pero que con dos años de experiencia pueden terminar su trabajo en dos o tres días.

El trabajo es agotador, dan las doce del día y tienen media hora de descanso para poder desayunar o como ellos dicen: "Comer el lonch".

Demetrio comenta que la construcción no ha sido su único trabajo desde que llegó a Chicago, que él ya había trabajado cortando pasto: "Lo más difícil de todo fue conseguir empleo. Por el idioma, en los barrios mexicanos el inglés no es muy necesario a comparación de estos lugares donde hablan puro inglés. La verdad es que estuve dos semanas sin trabajo. Mis primos me hacían el favor de ayudarme con la comida y vivienda".

Agrega: "Mi primer trabajo fue cortador de yarda. Fui a lo que llaman aquí empleo temporal, metes tu aplicación y si te necesitan te llaman, si no, pues no (que obvio). Regularmente no te llaman, porque hay mucha gente que quiere trabajo. A mí me llamaron como a los dos meses y medio, y a trabajar sólo fui un par de días. El primer día me dieron 37 dólares y el otro 52, por toda la noche.

"Actualmente estoy aquí en la construcción y remodelación de casas, casa habitación. Es un trabajo seguro" –reafirma.

Demetrio terminó la carrera de ingeniero civil en la Universidad Autónoma de Guerrero, sin embargo, no tenía un trabajo que le garantizara el bienestar de su familia y sobre todo la educación de su hija. Fue por ello que decidió irse a Estados Unidos.

Es medio día; terminan el almuerzo y continúan con el trabajo. "El cambio de este techo nos llevará unos tres días si bien nos va". Y es que el techo estaba demasiado dañado. Terminan sus ocho horas de labor; se reportan con su jefe y deciden regresar a casa.
Los dos hermanos llegan a su casa a las 6 de la tarde. Su cuñada llegó antes que todos, y es ella quien cocina para todos. Comemos todos juntos, charlan algo relacionado con sus familias y el trabajo. Descansan todos un rato, sentados frente al televisor, su única diversión en días de trabajo.
Una hora más tarde Demetrio recibe una llamada telefónica en su celular. Son sus primos, quienes lo invitan a jugar basquetbol. Invita a sus hermanos y primo y salen a jugar.
Después de aventarse una serie de partidos, regresa casa; se da una ducha; ve las noticias de las diez y merienda algo.
Por hoy no dormirá temprano ya que charlaremos de lo que sucede en Guerrero y de sus experiencias como inmigrante en la gran ciudad: Chicago.
Mañana será otro día de trabajo para Demetrio Reyes Silva.
La Dirección General de Atención a Guerrerenses en el Extranjero
En Chilpancingo se encuentra la Dirección General de Atención a Guerrerenses en el Extranjero (DGAGE) —única institución que se encarga de los migrantes guerrerenses—, actualmente el coordinada por Rodrigo Cortés. La principal labor de esta dirección es, organizar trabajos con los guerrerenses radicados en Estados Unidos.
La principal labor de esta dirección es, organizar trabajos con los guerrerenses radicados en Estados Unidos; trabaja en conjunto con la Federación de Guerrerenses Radicados en Chicago que preside Greg Salgado; con los Clubes Unidos de Guerrerenses del Medio Oeste representado; con el grupo que radica en el Este con cede en Atlanta dirigido por Jesús Brito; en Nebrasca José Luis Marino; en California con Raúl Galeana; en Nueva York con Agustín Bedolla.
Trabajan en conjunto con los 50 consulados que actualmente se encuentran en las principales ciudades de Estados Unidos, llevan a cabo programas de beneficio social en sus comunidades de origen, a través, del programa Iniciativa Ciudadana 3 por 1, para ejecutar obras de beneficio social, como: pavimentación de calles, construcción de sistemas de agua potable, centros deportivos, centros de salud, rehabilitación de iglesias y plazas cívicas.
Coordinan así mismo, el programa de ingreso a derecho-habientes del Seguro Social para los familiares de los migrantes-guerrerenses, radicados en Guerrero y programa de becas para hijos de guerrerenses que únicamente curse la universidad en Estados Unidos.
La Secretaría de Desarrollo Social en el Estado de Guerrero, tiene acuerdos de protección al migrante junto con la Secretaría de Relaciones Exteriores, con Migración y la Coordinadora Nacional de Atención a migrantes. Además da apoyos a los familiares de personas fallecidas; se coordinan con el Consulado, no importa el Estado de Norteamérica en que haya fallecido.
La Sedeso en Guerrero lleva 15 años de coordinación con los guerrerenses radicados en Estados Unidos. En sus inicios la Secretaría de Gobierno se encargaba de organizarse con los oriundos de guerrero radicados en Estados Unidos. Tiempo después, y por Decreto, el 30 de abril de 1991, en el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu se creó la Coordinación de Federaciones de Guerrerenses en el Exterior.
El decreto dice textualmente en su artículo quinto: "Se crea la Coordinación de Asociaciones de Guerrerenses en el Exterior, para promover obras de beneficio colectivo, como unidad administrativa directamente adscrita al Titular del Ejecutivo."
Este decreto fue publicado en el Periódico Oficial del Estado de Guerrero, fechado el 30 de abril de 1990.
Las remesas de migrantes, un vínculo material que refuerza una identidad familiar y cultural
El envío de remesas de los guerrerenses a su lugar de origen, representa los vínculos que los migrantes mantienen con sus hogares o sus comunidades. El beneficio es directo y evidente. Se trata de un flujo de divisas considerable que además ha venido creciendo en los últimos años.
En el 2003 un estudio realizado por el Banco de México menciona que Guerrero recibió 683 millones de dólares por concepto de remesas, así mismo, se encontraba en octavo lugar en cuanto a este rubro después de Michoacán (mil 685 millones de dólares), Jalisco (mil 275 millones), Guanajuato (mil 211 millones), el Estado de México (mil 24 millones), Puebla (782 millones), Veracruz (769 millones de dólares).
Actualmente según la DGAGE los más de 950 mil oriundos de Guerrero que viven en Estados Unidos, aportan mil 200 millones de dólares anuales a la economía guerrerense. Observamos entonces que el aumento en un año es cerca del 50% en cuanto al envío de remesas.
En la encuesta que realizamos a los migrantes guerrerenses en Chicago nos abre el panorama para afirmar que envían porcentajes que oscilan alrededor del 30% de sus ingresos. Ya que remiten en cada remesa, en promedio, 300 ó 380 dólares, que alcanza una cantidad total promedio —la media sería partiendo de 340 dólares— por año de 4 mil 80 dólares. Algunos otros en menoría envían remesas a sus familiares en Guerrero por una cantidad promedio de 500 dólares mensuales, es decir, poco más de la mitad de su salario promedio mensual.
Tomando en consideración lo anterior deducimos que el promedio anual de envío de remesas de los migrantes-guerrerense radicados en Chicago hacia el Estado de Guerrero es de un millón 428 mil dólares.
Estos datos revelan el importante papel que cumplen las remesas dentro de la economía de los hogares guerrerenses, ya que según el INEGI (2000) en el Estado de Guerrero este flujo de divisas representa en promedio —dentro de los hogares que las reciben— el 7.9% del ingreso total del hogar.
Cabe destacar que este porcentaje tiende a ser significativamente mayor en casi todos los municipios que conforman la región emergente de la emigración en el Estado de Guerrero.
Se puede corroborar, también, el papel vital que esta fuente de ingreso cumple al interior de los hogares guerrerenses, ya que el INEGI (2000) reportó que el 31.6% de los hogares que reciben remesas, éstas constituyen la única fuente de ingresos.
Es pertinente señalar que la mayoría de los trabajos disponibles dan cuenta de un patrón general del uso de las remesas en México, congruente con numerosas experiencias en el Estado de Guerrero, que indican que la mayoría de los recursos recibidos se gastan en la satisfacción de necesidades básicas, en la adquisición de bienes de consumo duradero y en la compra y mejora de vivienda, mientras que sólo una pequeña proporción se destina al ahorro y a la llamada inversión productiva.
Bajo estas circunstancias, podemos señalar que las remesas fungen como un paliativo social y económico para miles de hogares guerrerenses, al brindar la oportunidad de acceso a mejores estándares de vida. Recordemos, en este sentido, que las remesas llegan directamente a los hogares de los familiares de los migrantes y cumplen un papel determinante en el sostenimiento familiar.
Es así como los migrantes guerrerenses en Chicago ven por el futuro de sus familias aquí en Guerrero; es el resultado del esfuerzo de las mujeres y los hombres que en la adolescencia se aferraron a sus sueños; allí están los adolescentes (mujeres y hombres) a los que la realidad les hace creer que lo sueños son posibles…